AMOR PLATÓNICO
Ese temblor
de hablar con él y ese conformarse con verlo a la entrada del instituto o a la
salida, el mero hecho de verlo me ponía la cabeza en las nubes a golpe de
latidos del corazón.
Su presencia
tan cercana a la mía vaciaba de sentido los planes del día, la concentración para
estudiar se esfumaba, la habitación seguía desordenada, los recados sin hacer y
el grito de mama solo se escuchaba en el cielo.
Una mañana
de primavera de esas que la sangre altera sentadas en el alféizar de mi ventana,
mi amiga del alma y yo lo vimos pasar, y ella con desdén me suelta: míralo que
presuntuoso con lo delgado y feúcho que es. Y pensé no es verdad, no era guapo
pero lo parecía, con esa mirada penetrante, pero solo lo pensé, jamás le
desvelé que me gustaba más que levantarme tarde, más que los fines de semana, más
que pasear en bicicleta, más que el queso con mermelada, solo atiné a decir, un
poco presuntuoso sí que es.
Y yo
esperaba a la hora y en la acera adecuada por la que en unos instantes, que se estiraban demasiado, lo vería
venir con su paso desgarbado, balanceando la cartera que alojaba sus libros y
tal vez sus sueños, y en mi mente visualizaba la escena, un abrazo que se salía
del patrón del tiempo, de esos que dicen: que ganas tenia de verte. Luego la
realidad era otra, un escueto tímido hola o adiós y una mirada que te decía que
nunca llegaría un plural compartido.
Don destino
azaroso, que todo hay que decirlo, a veces tiene menos luces que una barca de
contrabando, une y desune a su antojo y sin instrucciones te deja con un ¡hala!
No te quejes que tienes una vida para enmendarlo. Y allí se quedaba como una
isla inalcanzable al otro lado de la orilla, a mí me pillaba sin barca y con
miedo a nadar.
Porque en
esos tiempos nadie me dijo, que fuera de una puta vez a por mi sueño, ni tenía
una brújula para saber que paso tenía que dar, y así me quede, soñando.
Hasta tenía
su canción, no me preguntéis porque esa, hay razones que el corazón no entiende
ni atiende, Lucía de Serrat, del que ya de paso diré que también estaba
enamorada, pero ese era un amor distinto, un amor a la rebeldía, y al cantarla sustituía
el nombre de Lucía por el suyo que a mí me sonaba infinitamente mejor. Aún
ahora cuando la escucho pienso: vuela esta canción para ti, para el que nunca
tuve ni tendré.
Y tantas
frases ensayadas y cuando en alguna ocasión hablamos, ni recuerdo ya de que,
solo recuerdo que de mis labio solo salió un atropellado, EA.
Todos hemos
puesto un amor platónico en nuestra vida, aunque yo a esta alturas pienso que
lo llame platónico, porque “no tuve el valor de decirle hace un café o un paseo
y te cuento” es demasiado largo.
Muy buen relato para una canción. Un abrazo
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