CARTA AL 2018
Dicen
que perder a alguien que uno ha amado es terrible, pero más terrible seria no haberlo encontrado,
que la pena de la ausencia se borra con la memoria de los recuerdos felices.
Espero
que el próximo año, más bien al principio que a mediados y sobre todo sin que
llegue al final me traiga ese día en el que dejes de faltarme tanto, y que a
partir de ese día todo lo que viva sea lo que me apetezca (de ahí la
importancia de que sea al principio), porque hay días que lo que toca no me
apetece nada.
Días
con ausencia total de lo no dicho, lo que se sobreentiende.
Días
de pretérito simple.
Días
en los que no necesite mover con fuerza la cabeza para decir no, no pasa nada,
como si con ese movimiento pudiese ahuyentar tal mentira.
Días
en los que los sueño no se desvanezcan al despertar.
Días
de primavera en los que en el jardín crezca la esperanza junto a las rosas, la ilusión
junto a las anémonas, tantas que no dejen sitio a la soledad, la soledad solo
puede crecer en un jardín vacío.
Días
que no estén hechos de “nadas”, sino salpicados de distintos matices que
marquen la diferencia.
Días
en los que el ayer no parezca afectarme, y el presente sea ese lugar futuro con
pinta agradable para quedarse.
Días
en los que la dieta sea solo de emociones.
Días
que sean los primeros días con esa ansia de conocer y explorar que dan las
primeras veces.
Días
en los que no tenga que ser “políticamente correcta” para aguantar personas y
situaciones imposibles de digerir.
Que
cuando llegue la primavera, como los arboles celebre el despertar.
En
fin, que al final del próximo año, como en este, en la Balanza pesen más los
buenos recuerdos que los clasificados para olvidar, que perder(te) sea terrible, pero más
terrible sea no encontrar(te), que los recuerdos felices borren la pena de la
ausencia.
A TI, QUE
ME LEES
FELIZ 2018
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