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Mostrando entradas de octubre, 2016

¡DIOS ME LIBRE!

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No te rías porque soy capaz de “pillarme” uno como Dios manda, de esos que no se duermen nunca para cumplir con sus cuarenta horas semanales,  poco antes de que suene el despertador ya está desperezándose,  que tiene sus zapatillas bien juntitas y alineadas junto a la cama, cinco minutos en la ducha sin cantar ni nada... así, en silencio. Al volver del trabajo se desnudará dejando la ropa bien doblada y ordenada, calzándose de nuevo las zapatillas que obedientes le llevan esperando todo el día sin romper filas en el mismo lado de la cama, se sentará en el sofá con su pijama de rayas y copa en mano (en lugar de botella de cerveza, sin vaso ni nada) sin cigarro, porque no fumará. Y el sábado me dirá: “cariñin vamos al IKEA” (a mi…que no he estado nunca… ¡Dios me libre!), con su súper GPS para no tener que preguntar, en su pulcro coche… ¿Por qué me miras así…? ¿Crees que no soy lo suficientemente lista para pillarme uno así, que venga con las pilas incorporadas y la cartilla

CUANDO LAS MANOS TIEMBLAN

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Tenía que pasar, se lo repetía bastantes veces, tanto tiempo disimulando que ya no distinguía unos días de otros, que lo mismo su gato comía su sopa mientras ella percibía demasiado tarde que su atún sabía a perros…mejor dicho a comida de gatos, que se caía demasiadas veces y demasiadas veces ocultaba sus moratones, hasta que ese descuido con la olla en el fuego colmó el vaso , y allí estaba dando gracias y pidiendo perdón al mismo tiempo, a su vecina porque hubiese llegado en el momento justo de  evitar la desgracia…, y no por ella, que ya con más de ochenta  para ser exactos a medio camino de los noventa, y con una vida tan satisfactoria que  no temía abandonar, eso quizás hubiese sido una suerte para ella, pero una fatalidad para las vidas que la rodeaban y les quedaba tanto por danzar. Y allí estaba, añorando una casa en la que en los últimos años vivía sola, pero se despertaba al amanecer, se preparaba el café y salía a la terraza para mirar de que azul estaba el cielo y p

¿LA SUERTE ESTÁ ECHADA?

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Cuando algo falla, es fácil decir que la mala suerte nos acechaba con tanta saña que nos alcanzó. Cuantas veces, demasiadas, ponemos como excusa a la mala suerte ante las frustraciones tan cotidianas y no tan cotidianas de la vida. Esta vida que en ocasiones muestra una cara bondadosa y en otras obstinada en la crueldad, como si el destino quisiera modelarnos a golpes y caricias a partes iguales. La suerte existe, la buena y la mala, pero no eludamos nuestra responsabilidad, esa que en un minuto o quizás en menos, en tan solo un segundo en el que decidimos ¿izquierda o derecha? ¿llamo ahora o lo dejo para otro día?... Y muy a nuestro pesar tenemos que reconocer que a veces somos conscientes de que hacemos las cosas mal, ya estará el azar ahí para que cargue con las culpas. A veces con torpeza, otras inocentes, otras cobardes, “rizamos el rizo”, complicamos las cosas sencillas añadiendo nuestros propios golpes a los golpes que ya de por sí nos da la vida, y así poder

SONIDOS VULGARES

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Aún no ha salido el sol, tan atípico como raro en mí que este levantada tan temprano (ya os dije que odio madrugar, sobre todo en otoño e invierno) rodeada de sonidos tranquilos, tan parecidos al silencio que me recuerdan a las alegres mañanas del verano, débiles y orgullosos trinos en los todavía frondosos árboles que en pocos días irán desnudando sus ramas, regalándome sus hojas como alfombra y el tedio de barrerlas y amontonarlas; los ladridos de Sultán en el huerto tratando de asustar a las palomas que revolotean en busca de algo de comida. Total ausencia de sonidos cotidianos que en unas horas emanaran de la casa, el silbido de la cafetera, el tintinear de una cucharilla, el crujir de unas sábanas, el gorgoteo de un grifo, el repiquetear de los leños abrasándose en la chimenea…sonidos tan vulgares que mi cerebro ni los registrara, despreocupada ante la tranquilidad de una casa que no ha comenzado su jornada, intentando mantener ordenada y limpia mi mente, dejando fluir t

PRESENTE Y FUTURO DEL VERBO ACURRUCAR

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Nosotros nos acurrucamos Nosotros nos acurrucaremos En estas noches anticipadas, descubrimos un viejo y nuevo placer: acurrucarnos entre las sabanas. La ventana entreabierta para darle la bienvenida a un débil frio, lo único añorado en las noches tan excitantes como relajadas del verano. Tú leyendo un libro, quizás como dijo Beigbeder, para hacer desaparecer el tiempo, yo escribiendo, quizás para retenerlo.  Y de fondo La forza del destino, cargándonos de emociones,  para que los sueños no se pierdan en el camino. Bajo frescas sábanas blancas, siempre blancas, para que reflejen la luz suave de la mañana que entrara por la ventana, el leve ronroneo de unas sonrisas de niños con la cara surcada de algunas arrugas, como las sabanas. Y por unos instantes seguir soñando que a través de esa enorme ventana entreabierta se va colando un día perfecto, que nos regalara calma para levantarnos, cerrar los ojos de nuevo y aún así, ver como otros ojos cerrados me miran, los del