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Mostrando entradas de septiembre, 2016

SIN PREVIO AVISO

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Las vio partir rumbo a la playa y volvió  a entrar en la pastelería, saco del pequeño almacén las mesas, solo cuatro con sus cuatro sillas a la terraza también pequeña, le hubiera gustado ir con ellas, cosa imposible en esta recién estrenada época estival, le gustaba su trabajo que empezó casi sin darse cuenta cuando se quedó sola con Andrea, tan pequeña, primero se sumió en la tristeza, la vida le quedaba grande y lejos, solo quería dormir, no tener que levantarse nunca, su cuerpo ahora tan ajeno, le pesaba, el aire que respiraba parecía que quería asfixiarla. Todos esos años juntos y ahora esa sensación de que no les dio tiempo a nada, se arrepentía ¡y de qué manera! de lo que parecían discusiones tontas, detalles inocentes, como cuando deseaba terminar pronto la comida para levantarse de la mesa… tengo cosas que hacer, pero ¿Qué cosas? Ahora lo pensaba, nada que no pudiera posponer, entonces no lo sabía que la vida lo mismo que viene se va, de que no le dio tiempo de conocer

¿DE QUE AZUL ESTARÁ EL CIELO?

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Acaba el verano y con él el feliz desorden, aproximándose con sigilo, con sus calmas y serenidades el otoño, sin hacer ruido, intentando vestirnos de sensatez, con sus tardes frescas y sus mañanas cálidas como sus colores que nos hipnotizan con atardeceres fugaces y resplandecientes de naranjas, ocres amarillos de hojas cansadas que alfombraran el campo, los parques. Y mi despertador volverá a sonar a las 7, y no porque quiera así estirar el día o sea de las que piense que habrá tiempo de dormir, pero siempre con la misma necesidad de -arropada por un chal de vivos colores- salir para ver de qué color está el cielo, cerúleo, lino, gris, provenzal, mirar los arboles cada vez más desnudos, una vez inspeccionado el frio de la mañana necesito tomarme un café recién hecho, poner la radio y meterme en la ducha con la esperanza de que el agua no solo limpie el cuerpo sino que se lleve todo lo negativo que pueda traer el día por el desagüe, ahora otro café con más calma, saboreando

LOS CINCO (SIN) SENTIDOS DEL AMOR.

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Así se comportan los cinco, revoltosos, trastornadores, porque el amor le da la vuelta a todo lo que vemos, oímos, tocamos, olemos, probamos… ¡y sentimos! Empezare con la VISTA ya que tanto se habla del amor a primera vista o a primera risa, será porque la sonrisa es lo que captamos en primer plano por la retina, capturando todas las imágenes al revés ¡sí, al revés! en la trastienda del ojo que las envía al cerebro, este el muy pillo (para que luego digamos que corazón y cerebro no son cómplices) ya tiene desactivada un área, justo la relacionada con el miedo, de ahí lo de “ciego es el amor”…cuando llega, porque ¡ay! que lucido es cuando se marcha. Ese cruce de miradas en cualquier parque de cualquier boulevard, mientras le lanzas una y otra vez la pelota a tu fiel amigo, o cuando en cualquier mesa de cualquier café, levantas la vista del periódico y ahí está, sonriendo(me) Tras esa primera risa, esa primera vista, esa ceguera… empecemos a mirarnos sin filtros, sobre

PARA LOS QUE PREGUNTAIS...CON UN POEMA DE jOSÈ SARAMAGO OS CONTESTO

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    Tengo la edad en que las cosas se miran con más calma, pero con el interés de seguir creciendo. Tengo los años en que los sueños se empiezan a acariciar con los dedos y las ilusiones se convierten en esperanza. Tengo los años en que el amor, a veces, es una loca llamarada, ansiosa de consumirse en el fuego de una pasión deseada. Y otras un remanso de paz, como el atardecer en la playa. ¿Qué cuántos años tengo? No necesito con un número marcar, pues mis anhelos alcanzados, las lágrimas que por el camino derramé al ver mis ilusiones rotas… Valen mucho más que eso.   ¡Qué importa si cumplo veinte, cuarenta, o sesenta! Lo que importa es la edad que siento. Tengo los años que necesito para vivir libre y sin miedos. Para seguir sin temor por el sendero, pues llevo conmigo la experiencia adquirida y la fuerza de mis anhelos. ¿Qué cuantos años tengo? ¡Eso a quién le importa! Tengo los años necesarios para perder el miedo y hacer lo que quiero y siento.   José Saramago

LA VIDA ES PARA CRECER Y APRENDER

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Ángeles estaba escribiendo un whatsapp a  su nieta, ella que hacía apenas un año no sabía leer ni escribir. Recordaba con algo de tristeza aquella niña que fue… menuda, de piel morena y pelo negro casi siempre recogido en una cola de caballo o en una trenza, con los ojos tan negros como tímidos y curiosos, ser la única mujer de cuatro hermanos le condiciono la manera que ella debería de vivir, eso y la posguerra que les dejo los  vientos de frio, hambre, desprecio y silencio de una guerra, a lo que se unió que el régimen apartara a las mujeres de la cultura, para ella esto era lo de menos, ir a la escuela para aprender a ser una buena ama de casa, madre y esposa no le interesaba (montones de ilustraciones con mujeres sonrientes con la fregona en la mano lo avalaban),  lo que realmente se lo impidió fue la pobreza y el machismo que la rodeaba. No aprendió a leer aunque obtuvo un máster en sortear la miseria, fregando, lavando, cocinando y el escaso tiempo que quedaba

AQUÍ ESTOY YO CON MI BARQUITO

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Me acostumbre a vivir haciendo  aquello que se esperaba de mí, o quizás debería decir lo que se suponía que se esperaba que hiciera, vivir esperando, vivir añorando, engañándome, porque nadie me dijo “camina por aquí” o “ve por allá”. Yo solo jugué y resultó que fue en mi contra, no venia escrito que viviese la vida que no quería vivir, y así deje pasar unos años, unos cuantos mas, y seguí sumando, asumiendo como normalidad la completa anormalidad. No es que no tuviese suerte, seguramente por ser alto y guapo, las mujeres con las que me cruce desde los trece años (creo recordar) me convencieron de eso, de que era alto, guapo, ocurrente, gracioso, hasta poco mas de los veinte, y ahora que  los veinte años quedaron atrás, que a los treinta tenía una hija, los cuarenta dejaron la excitación y lo divertido en un recodo del camino, y en otro recodo me encontré con los cincuenta, ahora que es mas fácil saltarme que rodearme, ahora que solo es un recuerdo aquella gloria adolescent