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Mostrando entradas de marzo, 2017

DESFIBRILANDO LA CONCIENCIA

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En ocasiones las cuentas no salen, auditamos el tiempo y nos muestra las oportunidades desperdiciadas, todo lo que dejamos en el camino a cambio de fatuas promesas, entonces se hace un gran vacío bajo tus pies, abajo el abismo, por el que va trepando sin misericordia el miedo, miedo a lo que vendrá después, el pánico te rodea; arriba el infinito, casi no puedes respirar, el origen y el fin. No quieres ver si todo a explotado de forma natural, o a conciencia has puesto tú la dinamita a aquellas pequeñas grandes cosas que fuiste construyendo y levantando poco a poco, esas que tanto te importaban y no recuerdas en que momento dejaron de ser suficientes. Tampoco recuerdas si eras feliz, cuál fue el motivo que te provoco el aburrimiento de tenerlo todo, te asusta pensar que la vida a esta edad sigue por un camino recto, que todos los planes que hiciste han finalizado, la meta se ha conseguido, si ya no habrá nada por lo que pelear… Una palabra, una mirada, una sonris

NO, NO SOMOS LOS MISMOS.

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¿Qué importaba entonces? Cuando uno tiene diecinueve o veinte años, no se piensa que la vida se encargará de enseñarnos que nada es tan fácil, entonces la amistad era un refugio, ese sitio seguro, blindado, en el que nada malo podía pasarnos, estábamos juntos, éramos jóvenes y no podíamos perder un segundo en torturarnos pensando en el futuro, que estaría radiante esperándonos. Todos los jóvenes estarían obligados a no imaginar las pruebas duras que el destino les deparara, que les tiene reservados obstáculos salpicados de desesperanza, dolor, miedo, ira, decepción… esas cosas no se piensan a los veinte. A esa edad es difícil vislumbrar las cicatrices que quedaran por ahí dentro, en el corazón, en el alma o en la conciencia. Nos conocimos en la universidad formando una pandilla envidiable, con la sensatez de unos, el ingenio de otros, la generosidad de saber escuchar, de compartir, de celebrar los éxitos con cerveza, y ahogar los fracasos en vino. Época de descubrir

GOZOS Y SOMBRAS

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Que importa mi nombre, si me llamo  María y aun me llaman Mari, o quizás Dolores y aún me llaman Loli, tengo 50 años y soy escritora, tengo cierto prestigio, de mis libros  se venden los suficientes como para vivir sin excesos y sin penurias, desahogadamente, en eso soy afortunada,  aunque aún recuerdo tiempos peores en los que no diré que pase hambre, pero mi alimentación era escueta, sin muchas variaciones, pasta, arroz,… pero la imaginación hace milagros y yo siempre supe, o quizás lo aprendí ante la necesidad, a hacer un plato suculento con casi nada, hoy día sigo haciéndolo, me dan unas zanahorias, cebolla, ajo, laurel, un poco de mantequilla, queso batido y una yema de huevo, y os garantizo que no podréis creer que con tan pocos ingredientes sea ese el resultado.  Intento trabajar por las mañanas, sin madrugar, no me gusta madrugar, otras veces en las siestas de verano, y por las noches rara vez lo consigo. A lo que iba, tengo ya media vida, cuando cumplí los cuare