…IRÉ…HARÉ…DEJARÉ…
El día menos
pensado me…
El día menos
pensado voy…
Cuántas
suposiciones y predicciones para un día, en el que todo el cosmos se aliara a
nuestro favor para irrumpir en el curso de nuestra vida, abriéndonos una puerta
estelar a nuevas posibilidades.
Un día
mágico y futuro que marcará un antes y un después significativo, así sin
planificarlo, como si de pronto te creciesen alas ¡puf! ¡A volar!
Cuántas expectativas
en “el día menos pensado”, cuántas esperanzas para hacer lo que realmente
quieres hacer, para bailar con el miedo y que a buen ritmo venzan por múltiple
goleada los sentimientos, ese día no se quedarán en el limbo de los intentos.
El día que como cuando eras niña soñabas llegaría con
esa edad en la que nadie te prohibiría ni diría que era lo que correctamente tenías
que hacer, se derretirían las rígidas
normas de comportamiento como manteca en parrilla.
El día que
comprarás un billete solo de ida (no caigas en la trampa de la vuelta abierta)
hacia un lugar, unos brazos, que son hogar con terraza de vistas al paraíso, y
marcharás sin remordimiento por la culpa de dejar atrás una historia que ya no
te pertenece , y aun así te permitirás dejar de ser fuerte para derrochar unos
gramos de melancolía.
El día en que
quitarte la ropa será fácil, esas vestimentas que te asfixian hasta el alma,
tan de temporadas pasadas, con sus gamas del gris de las inseguridades, y esa
mezcla de lanilla picosa de prejuicios.
El día en el que la tormenta no deje un espeso polvo, sino uno transparente y fino que deje pasar la luz iluminando el camino.
El día en el que la tormenta no deje un espeso polvo, sino uno transparente y fino que deje pasar la luz iluminando el camino.
El día que
dejaremos de hacer nada para que no pase la vida sin haberlo hecho todo.
El día menos
pensado iré…
El día menos
pensado haré…
Quizás el
día menos pensado es el de pensar y decidir, coger el ahora para dirigirlo a un
futuro en el que el tiempo viene marcado
por un reloj de sol.
“Están en
la tierra montones de piedras apiladas una a una con las manos del padre, del
abuelo… toda su paciencia acumulada resistió a la lluvia, al horizonte haciendo
pequeños montoncitos durante la noche para retener la luz de la luna, para estar
erguidos, para inventar montañas y jugar con el trineo y creer que tocamos las
estrellas. Se lo contaremos a nuestros hijos y les diremos que fue duro pero que nuestros padres fueron unos señores y
que heredamos eso de ellos, montones de
piedras y el coraje para levantarlas...”
(Hoy
empieza todo. B. Tavernier)
Me ha encantado
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